FOTOGRAFÍA JESÚS ABAD COLORADO
CRÓNICA
DESPLAZANDO ILUSIONES
DESPLAZANDO ILUSIONES
María Elena, Patricia, Adriana y Duaira se miran, piensan, respiran, se detienen y comienzan a hablar.
Ellas todavía no han podido entender cómo fue que salieron y escaparon de su casa.
A pesar que el hecho de empacar sus ropas en cualquier momento se haya vuelto una costumbre, aquél día 8 de septiembre dicen tener la peor experiencia y pesadilla de sus vidas.
A pesar que el hecho de empacar sus ropas en cualquier momento se haya vuelto una costumbre, aquél día 8 de septiembre dicen tener la peor experiencia y pesadilla de sus vidas.
Vieron como llegaban por las familias Gómez, Giraldo y los Zea, vieron cómo mataban a Emilio el carnicero, a doña Sofía la mamá de Jacinto y a Luis Eduardo, el líder del pueblo.
Después de recordar cómo los numeraban, enfilaban y luego mataban sin la menor compasión, María Elena, sus dos hijas y la pequeña Duaira daban gracias a Dios por tenerlas con vida.
Después de recordar cómo los numeraban, enfilaban y luego mataban sin la menor compasión, María Elena, sus dos hijas y la pequeña Duaira daban gracias a Dios por tenerlas con vida.
Pudieron escapar con otras personas que se encontraron en el camino, pero las altas montañas, las peligrosas trochas y desagradables pantanos eran una constante pesadilla.
María Elena Villa es una campesina de la vereda El barrio, Alto de Mulatos en san José de Apartadó, ella es alta, troza, tiene 46 años y sus facciones ya muestran su experiencia en la vida y su dolor, tiene tres hijas Adriana y patricia que son la mayores y Duaira de nueve años de edad, quien no se despega de su lado, ella es su ayudante y compañera. María Elena es viuda, pues su esposo lo mataron hace tres años los paramilitares porque pensaban que don Jesús García era colaborador de la guerrilla.
Cuando empezaron en Uraba en los ochentas todas las matanzas y enfrentamientos entre guerrilla; FARC, ELN, paramilitares y ejercito, la familia García Villa decidió quedarse en sus tierras, ubicadas en la vereda El Tres del municipio de Apartadó, pero con el paso del tiempo las amenazas y persecuciones obligaron a María Elena ya sola, sin su esposo y con una familia por sacar adelante a huir a diferentes veredas en busca de un poco de paz y bienestar económico.
Pero la última huida fue definitiva a tener que dejar las tierras que habitaron por varios años consecutivos, a olvidar definitivamente sus juegos en el bosque, a perseguir lagartijas, gozarse los monos y a admirar las grandezas de la naturaleza, ver encontrarse el atardecer con la noche y ver la aurora amanecer en la oscuridad.
Pero la última huida fue definitiva a tener que dejar las tierras que habitaron por varios años consecutivos, a olvidar definitivamente sus juegos en el bosque, a perseguir lagartijas, gozarse los monos y a admirar las grandezas de la naturaleza, ver encontrarse el atardecer con la noche y ver la aurora amanecer en la oscuridad.
Hace quince días salieron de un nido de violencia, soledad, intranquilidad y zozobra, buscando sobrevivir y tener posiblemente educación para sus hijas, ya que Duaira no ha ido nunca a una escuela, reconoce los colores por los árboles, los pájaros, las mariposas y los encantos de los animales y el bosque, pero nunca ha sabido que es una escuela, unos profesores, unos compañeros, que son las vocales, los números y los colores…
ASÍ VIMOS TODO
El día 8 de septiembre por la mañana María Elena lavaba la ropa en la poseta, Patricia y Adriana desgranaban el maíz y Duaira consentía a su muñeca “Princesa”, una pequeña y pecosa marranita a quien tenía como juguete.
Todas haciendo sus labores dejaban pasar la mañana sin menores contratiempos, pero a las tres de la tarde “oímos un ruido horrible, como una bomba y unos disparos también, corrimos y nos encontramos todas en la pieza de las niñas mayores”.
Cuando pensaron que las cosas ya habían pasado, se asomaron por la ventana que daba a la casa de los Gómez y “vimos como enfilaban a toda la familia afuera de la casa, los habían arrodillado y luego esos bandidos disparaban como matando gallinas, es que tenían que haber sido hombres sin alma y corazón”, dicen las tres mujeres asustadas pero seguras de lo que contaban.
En ese momento decidieron quedarse inmóviles procurando no sentir los disparos que iban para sus otros vecinos, los Giraldo una familia conformada por seis personas, todos muy humildes y habitantes de la vereda de toda una vida, “eran unos hombres creo yo paramilitares por que les preguntaban a todos por su relaciones con el ejercito y la guerrilla”, dice María Elena casi segura.
Luego siguieron con los Zea, a todos los mataron, hasta Emilio el carnicero y a doña Sofía la mamá de Jacinto, quien se encontraba haciendo una visita en aquella casa y llevando gelatinas de pata, que hacia todos los sábados en la tarde.
Luego siguieron con los Zea, a todos los mataron, hasta Emilio el carnicero y a doña Sofía la mamá de Jacinto, quien se encontraba haciendo una visita en aquella casa y llevando gelatinas de pata, que hacia todos los sábados en la tarde.
María Elena, Duaira y sus dos hijas no podían creer como no habían llegado a su casa esos bandidos, como no cayeron en el trágico fin de los Gómez, los Giraldo y los Zea, “es que nos parece mentira estar vivas”, decía Patricia.
Después de unas dos horas todo se tranquilizó, los hombres que no recordaban cuantos eran, salieron quizá a otro pueblo a desalmar vidas, acabar ilusiones, cambiar sonrisas y descompletar familias.
ASI HUIMOS
No esperaron a que la maldad viniera por ellas y se las llevará para siempre, empacaron inmediatamente sus ropas, Adriana sacaba sus cartas, Patricia los recuerdos de cuando era niña, María Elena los elementos más necesarios y Duaira su muñeca, ya que se moriría de tristeza de tenerla que dejar sola.
Salieron de la casa casi corriendo el miedo y la zozobra las perseguía, pero afortunadamente se encontraron en el camino con Amelia, una vecina quien también corría con sus hijos, su mamá y dos gallinas. Mientras que caminaban contaban lo horroroso que había sido todo, de la muerte del líder del pueblo Luis Eduardo y de otras personas inocentes victimas de una guerra sin fin.
ASÍ LLEGAMOS
Mientras que los caminos se hacían más largos, más duros y pesados Duaira la menor, parecía la más fuerte, cargaba motores para poder cargar a Princesa y el bebé de Amelia.
Después de dos días de penurias, obstáculos y contratiempos llegaron a Medellín, ahora están en una fundación que les brinda pocos recursos, pero sí maneras de sobrevivir y luchar por un futuro mejor, se sienten bien por tener la posibilidad de vivir y de contar una historia que no todos pueden contar.
Después de dos días de penurias, obstáculos y contratiempos llegaron a Medellín, ahora están en una fundación que les brinda pocos recursos, pero sí maneras de sobrevivir y luchar por un futuro mejor, se sienten bien por tener la posibilidad de vivir y de contar una historia que no todos pueden contar.
IMAGEN DE:
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(Crónica, inventada a la fotografía de Jesús Abad Colorado)
1 comentario:
Buen texto.
Recuerda que los meses inician con letra mayúscula.
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