lunes, 19 de octubre de 2009





TRABAJO CON AMOR


En un lugar en el cual el conocimiento, las teorías, las cátedras, los números, las experiencias cognoscitivas, los docentes, y estudiantes se unen como constantes significadores del crecer y trascender de una universidad, los empleados también se unen como constructores de bienestar, limpieza y armonía.


En el segundo piso del bloque uno de la universidad Luis Amigo, con sus manos apoyadas en la baranda, su mirada lejana, pero su atención puesta en las diferentes preguntas que fluían en esa temida curiosidad, Adriana Patricia Sierra contaba los logros, alcances, perdidas, alegrías y tristezas adquiridas en el transcurso de su vida.


A pesar de ser una mujer viuda hace tres años, dice no tener impedimentos para seguir educando y sacando sus hijos adelante, “mi esposo se llamaba Francisco, él era muy buena persona, muy buen papá, era una persona muy abierta y muy amable”, decía Adriana dejando asomar en sus ojos café claros dos lucecitas que confirman la falta que le hace su esposo y más en estos momentos en los que sus hijos crecen y necesitan apoyo y bienestar. “es que se fue en muy mal momento, mire la responsabilidad que me dejó” decía.


Adriana tiene cuatro hijos, el mayor es José Daniel que tiene 21 años y estudia actualmente en el politécnico colombiano Jaime Isaza Cadavid, en donde cursa octavo semestre de ingeniería de producción, logro que la mantiene feliz y satisfecha.


Sigue su hija Ángela Patricia, la cual está en tercer semestre de odontología en la universidad CES y por último sus dos hijos menores Juan Camilo y David Andrés, estudiantes de bachillerato, sexto y noveno grado respectivamente.


Dice Adriana vivir muy bueno con sus hijos ellos son su alegría y motivo de luchar, dice aprovechar cualquier momento que tiene con ellos para aconsejarlos y darles el apoyo necesario en los momentos difíciles. “en julio hubiera cumplido 25 años de casada, pero bueno mi Dios sabe cómo hace sus cosas, y hay que seguir la vida”. Para eso Adriana trabaja fuertemente en la universidad Luis Amigo como empleada encargada del primer piso del bloque uno, reparte tinto en las oficinas y despacha a los empleados en las mañanas. Mirando hacia atrás ve el cuatro donde se reúnen los empleados a desayunar y confiesa claramente que la convivencia con sus compañeras es muy dura, “usted sabe que en toda parte se manejan envidias y ganas de competir”.


La nobleza que inspira Adriana, mezclada con su sonrisa serena se transforma al reflexionar sobre su trabajo, dice no sentirse avergonzada por tener un trabajo así, dice que eso le tocó y “la necesidad tiene cara de perro”. Piensa que lo más digno es tener un trabajo así que tener que estar haciendo cosas malas e indebidas.


Adriana actualmente se siente bien, la acogida y apoyo de la universidad le ha facilitado estudiar cursos que posibilitan el aprendizaje en gastronomía e informática, espera poder seguir sacando sus hijos adelante y que sus proyectos giren en un ambiente de paz y seguridad tanto para ellas como para todos sus hijos.

 

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