lunes, 31 de agosto de 2009

Diario de campo

CAMBIO DE PENSAR

Venían convencidos de que su estadía en Colombia sería como todas, una estadía casi perfecta; en unión familiar, en paz y en armonía. “Cuando el avión aterriza, se siente la alegría más grande, me bajo del avión y me huele a Colombia, es un olor especial que descubrí viniendo más seguido acá a mi país”.

Así hablaba Alfredo un colombiano radicado ya hace más de 20 años en Estados Unidos. Para él y para su esposa la llegada a su país y la espera constante para poder estar en éste, son quizá el aliciente y el control de sus vidas.

A pesar de tener infinidad de comodidades, lujos, paseos, una casa grande y agradable y una familia ideal, piensan que en su país de residencia nunca encontrarán los valores que dignifican a los colombianos como las personas más amables y sencillas a comparación con muchos países faltos de estas cualidades.

El día 25 de agosto de 2009 esta percepción cambió y se transformo por otras ideas, aquel día se encontraban Alfredo y su esposa en la casa de unos familiares disfrutando de una deliciosa comida, de una entretenida charla con chistes y anécdotas que recordaban la niñez y el pasado. Todo pasaba tan alegre ameno y perfecto que los pensamientos y energías malas no pasaban por las mentes y los ánimos de todos los presentes.

Ya era hora de marchar, pero no estaba en la planeación del día que llegaran a la puerta de la casa cuatro ladrones en motos, cada uno con revolver, a pedir los bolsos agresivamente, sin duda y con temor enorme entregaron sus pertenencias a estas personas, culpables de arruinar sus ilusiones y convicciones.

Quedaron Alfredo y su esposa con la imagen en sus mentes de una Medellín maltratada, vacía, inhumana y violenta. De sus familiares los mejores recuerdos, pero no de sus conciudadanos fragmentados en el olvido.

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