Manuel Mejía Vallejo
Según Bossuet, las bibliotecas, en el antiguo Egipto, se las llamaba “el tesoro de los remedios del alma porque curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”. Esta bio-bibliografía del escritor colombiano MANUEL MEJIA VALLEJO (Jericó 1923-Medellín 1998). Fue el primero en obtener el Premio Nadal en Latinoamérica y ganador también del Premio Rómulo Gallegos, el más importante de América Latina; entre muchos otros reconocimientos obtenidos en su oficio con la literatura.
Su obra es el testimonio de una vida dedicada, sin pausa ni tregua al oficio más excluyente y posesivo, la literatura; arte, como diría Thomas Carlyle, con el que “comienza el reino de los milagros para el género humano y con el que se relaciona, íntima y estrechamente, con maravillosa y perpetua contiguidad, lo pasado distante con lo presente en tiempo y lugar”. Recuperar este material de Mejía Vallejo, poco fácil por la dispersión del mismo, es orientar a lectores y críticos en el camino de otras búsquedas más especializadas sobre una vida dedicada a pensar un modo de ser del hombre colombiano, pero también de cualquier hombre del universo cuando el escritor antioqueño invoca y convoca la vida y la muerte, la violencia y el amor, la soledad y el olvido, el instante y la eternidad.
FRAGMENTO CUENTO
ANTEPASADOS
Los contados viajeros que atraviesan el páramo hablan de un pueblo fantasma.
Entre largos silencios, frente al fuego que da calor a su fatiga y su asombro, tratan de hilar una historia de sueño y pesadilla.
Al narrar, ellos mismos parecen habitantes de aquel pueblo fantasma.-Hacía tanto frío, que era necesario recordar intensamente un buen tiempo de calor para contrarrestar las heladas.Si llamaban:
-¡Sol! ,la palabra sol apenas alumbraba un trecho del camino más cercano a la voz y nunca llegaba a producir sombra ni tibieza. Porque no había calor.
El calor era nostalgia de un sol que, según leyenda callada, existió un tiempo sobre los eriales ateridos.
—Había tanta deshabitación, que sus habitantes, alejados, tenían que concentrarse en el recuerdo de otros seres para no morir de soledad.Si llamaban:- ¡Roberto! ,la palabra no lograba traer claramente la figura.
De cuando en cuando una silueta borrada era la sola respuesta. Porque no había presencias, y el llamado invocaba únicamente vacíos: en el sueño, en el recuerdo de lo jamás sucedido, en el eco dormido de la propia voz.
¡
Cibergrafía:
http://www.colombiaaprende.edu.co/recursos/superior/handle/literaturacolombiana/bibliog14.html
Visto: Agosto 5 de 2010 Hora: 8:47 p.m.
http://itinerariosdocumentalanexos.blogspot.com/2007/04/seleccin-de-cuentos-manuel-meja-vallejo.html
Visto: Agosto 5 de 2010 Hora: 8:50 p.m.
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